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El empleo de las plantas medicinales con fines
curativos es una práctica que se ha utilizado desde tiempo inmemorial. Durante
mucho tiempo los remedios naturales, y sobre todo las plantas medicinales,
fueron el principal e incluso el único recurso de que disponían los médicos.
Esto hizo que se profundizara en el conocimiento de las especies vegetales que
poseen propiedades medicinales y ampliar su experiencias en el empleo de los
productos que de ellas se extraen.
La fitoterapia, nombre que se aplica al uso
medicinal de las plantas, nunca ha dejado de tener vigencia. Muchas de las
especies vegetales utilizadas por sus virtudes curativas entre los antiguos
egipcios, griegos y romanos pasaron a formar parte de la farmacopea medieval,
que más tarde se vio enriquecida por el aporte de los conocimientos del Nuevo
Mundo. Dichas plantas medicinales y los remedios que entonces utilizaban se
siguen usando hoy en día.
A principio de este siglo, el desarrollo de la
química y el descubrimiento de complejos procesos de síntesis orgánica
desembocaron en la puesta en marcha, por parte de la industria farmacéutica, de
una nueva producción de medicamentos. Para la fabricación de muchos de ellos
utilizaron los principios activos de determinadas plantas medicinales, creyendo
que las acciones imputables a dichas sustancias, se verían incrementadas, al
poder realizar terapias donde la cantidad de principio activo es superior al
que posee la planta. Nada más lejos de la realidad, ya que se comprobó que las
propiedades de dichas sustancias, eran menos eficaces y existía peligro de
producir intoxicaciones e intolerancias, cosa que no ocurría con la utilización
de la planta entera.
No debemos olvidar que los remedios a base de
plantas medicinales presentan una inmensa ventaja con respecto a los
tratamientos químicos. En las plantas los principios activos se hallan siempre
biológicamente equilibrados por la presencia de sustancias complementarias, que
van a potenciarse entre si, de forma que en general no se acumulan en el
organismo, y sus efectos indeseables están limitados. Sin embargo, a pesar de
que han aumentado las investigaciones y estudios científicos de las plantas
medicinales, todavía no se conocen muchos de los principios activos a los que
deben las plantas sus extraordinarias cualidades.
Recordar también la gran
importancia que posee la forma de recolección y conservación de las plantas, ya
que las células vegetales, desde el mismo momento de la recolección, sufren un
cierto número de transformaciones biológicas. Así al separar la parte aérea de
la raíz, se provoca una interrupción del flujo alimenticio y de transpiración.
Las enzimas que contiene, y que antes favorecían la formación de materias
activas, empiezan ahora a descomponerla. En el organismo vegetal, las
anteriores reacciones de síntesis orgánica, comienzan a ser suplantadas por
reacciones de degradación, y el producto se transforma desde el punto de vista
químico. Estas transformaciones se manifiestan con emisión de olor, modificación
del color, etc. Una incorrecta recolección y desecación, aumenta la cantidad de
productos de degradación, perdiendo la planta parte de su calidad.
Creencias, cultura popular y hierbas medicinales: ¿Curan?
"Cuenta una historia que Latiwa llevaba días desesperada, por mucho
que intentaba bajarle con baños la calentura a su pequeña Olodumare, la fiebre
se resistía a ceder.
Aquello anunciaba a mortuorio,
como años atrás cuando Elegguá había silbado tenebrosamente en el bohío y en un
santiamén le arrebató a su hermanito antes que cumpliera los tres años.
Esa noche la niña empezó a delirar
y Latiwa en gritos la envolvió en la gastada sábana y corrió desesperada a casa
de Padre Ganga, que al verla entrecerró los ojos azuleados de viejos, y por un
rato hizo silencio antes de encender un tabaco para dirigirse hacia el caldero
de hierro donde tenía un hacha de piedra, varios montones de tierra, palos de
matas y otras ofrendas.
Tras exhalar varias bocanadas de
humo a la nganga, en voz baja y dando varios puñetazos en el suelo empezó a
hablarle en lengua conga a su npungo “Tiembla Tierra ha dicho — sentenció con
severidad el mayombero—. Ve ahora mismo con la muchachita al monte, a la
entrada del cafetal y clama a los pies de atori, la vieja siguaraya, ¡esa mata
tiene poder!”.De hinojos ante el árbol, la madre
como una estampa sacra con Olodumare en los brazos empezó a rezarle a Osaín, el
patrón de las yerbas y la vegetación.A poco de su reclamo, la mata
siguaraya desprendió cual lágrimas de su seno unas hojas que fueron a caer en
el regazo de Latiwa que las recibió como respuesta a su ruego.Muy pocos días bastaron para que
la risa volviera a florecer en el hogar de Latiwa, la fiebre había cesado y la
niña había perdido los salpullidos dolorosos que en su carita parecían
mariposas. Mata siguaraya la había salvado"
¿Fábula o realidad? ¿Acaso fueron
los principios activos de la planta, o el espíritu elemental que la anida, o
ambas cosas, los que curaron a Olodumare de la erisipela?
La experiencia fitomédica desde
época colonial con la Trichilia Havanensis Jac, conocida popularmente como
siguaraya, reporta propiedades curativas tanto para la erisipela como para las
disfunciones hepáticas, el reumatismo, cálculos renales y otras afecciones,
habiéndose pregonado sus virtudes en la guaracha son “Mata siguaraya” compuesta
por Lino Frías, el pianista de la “Sonora Matancera”, que Celia Cruz y Benny
Moré popularizaron a finales de 1950.
“En mi Cuba nace
una mata,
Que sin permiso no se pueítumbá•
No se pue tumbá,
Porque son de orisha,
Esa mata nace en el monte,
Esa mata tiene poder,
Esa mata e siguaraya”
No solo los cultos afros
comprenden la creencia en los espíritus de la Naturaleza, otras numerosas
culturas en diversas latitudes y épocas refieren su existencia, de lo que se han
valido curanderos para hacer diagnosis y tratamientos.
Ya en la antigua Grecia,
Anaxágoras, Empédocles, Demócrito, y Aristóteles, reconocían la existencia de
estas ánimas; así son ampliamente citados en el Kybalion de Hermes Trimegisto,
describiéndolos como seres invisibles del Universo que habitan en los cuatro
elementos.
Igualmente, los druidas de las
antiguas tribus celtas reverenciaban a estas ánimas de la vegetación,
principalmente a la del muérdago que auspiciaba sus ceremonias religiosas.
Los chamanes de
América, para citar otro ejemplo, utilizan las plantas psicoactivas, cual
ayahuasca, el peyote, San Pedrito, y otras, que les facilitan entrar en un
estado ampliado de conciencia, y desde el mismo consultar a los elementales a
quienes llaman “doctorcitos”.
En Ias primeras décadas del Siglo XX el médico inglés Edgar Bach dio a conocer
su método terapéutico con las flores del valle de Gales, basándose en un
profundo estudio del alma humana.
Cada una de las 37 flores que
utilizó comprendía determinadas vibraciones afines a cada trastorno emocional y
enfermedad.
Bach en sus memorias expresaba que
“las hierbas curativas son aquéllas a las que les ha sido dado el poder de
ayudarnos a preservar nuestra personalidad…”
Han transcurrido cerca de cien
años de satisfactorios resultados de su terapia floral, lo que llevó a su
reconocimiento por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
En 1963 un descubrimiento
sensacional puso en la palestra pública el tema de los elementales de la
vegetación: Cleve Backster, especialista en interrogatorio de los órganos de la
seguridad estadounidense, al aplicar por entretenimiento electrodos del
detector de mentiras de su Departamento a una planta ornamental de la oficina,
amagando quemarla con un cigarrillo, provocó para su sorpresa una reacción
idéntica como si hubiese sido una persona.
A partir de tan
inusitado hecho se incentivaron diversos científicos para profundizar en las
investigaciones, considerando algunos que las plantas tienen una percepción
primaria, capaz de memorizar, intuir reacciones emotivas, e incluso
identificarse con su cultivador.
Por su parte, algunos científicos rusos incursionaron en el fascinante estudio,
entre ellos los profesores rusos Pouchkine, y Fetisov, del Instituto de
Medicina Clínica y Experimental de Novosibirsk, así como investigadores de la
Universidad de Alma Ata, que llegaron a conjeturar predictivamente la probable
utilización de las plantas para la detección y prospección geológica.
En los estudios contemporáneos del
animismo de las plantas, lugar destacado ocupa el profesor indio Jagdish
Chandra Bose por sus trabajos científicos a inicios del Siglo XX.
Luego de realizar extraordinarios
experimentos físicos, adelantándose a Marconi respecto a las ondas
electromagnéticas, Chandra Bose dedica su ímpetu investigativo hacia la
fisiología vegetal, matizando sus trabajos con un desinterés material absoluto.
Encumbra sus descubrimientos con
el invento del crestógrafo, nombre con que bautizó el aparato capaz de observar
y grabar el crecimiento vegetal con una ampliación aproximada en diez millones
de veces, demostrando la indivisible unidad existente en toda vida.
El crestógrafo, superior al
microscopio en su capacidad de aumentar le permitió comprobar al profesor Bose
que las plantas tienen un sistema nervioso hipersensible y una variada vida
emocional, cual el amor, odio, alegría, temor, placer, dolor, excitabilidad,
estupor e incontables respuestas correspondientes a los estímulos recibidos,
comprobando que eran tan universales en las plantas como en los animales.
En 1917 el insigne sabio fundó en
Calculta el “Bose Research Institute”, considerado el primer centro de
investigación científica de la India, expresando en su discurso inaugural:
"En la prosecución de mis
investigaciones fui conducido inconscientemente a los límites de la física y de
la fisiología.
Con asombro
encontré que las líneas limítrofes se desvanecían y los puntos de contacto
emergían entre los reinos de lo que tiene vida y lo que no la tiene.
Era sorprendente ver la multitud de fuerzas que obraban sobre la materia
orgánica, percibida generalmente como algo inerte.
"Una
reacción universal parece colocar bajo una ley común a los metales, las plantas
y los animales. Todos muestran esencialmente el mismo fenómeno de fatiga y
depresión, con posibilidades de recuperación y de exaltación, así como la
permanente irresponsabilidad asociada con la muerte…”
En una ocasión que recibió la visita de Paramahansa Yogananda, fundador de la
SELF en los Estados Unidos, el prestigioso Gurudeva le preguntó:
"-Señor, es lamentable que el
desarrollo de la agricultura en masa no tenga una marcha más rápida por medio
del empleo más amplio de sus maravillosos mecanismos.
¿No sería posible emplear estos
estudios de experimentos rápidos de laboratorio para indicar la influencia de
varios tipos de abonos o fertilizantes en el crecimiento de las plantas?"
“-Está usted en lo justo –le
respondió amablemente el insigne hombre de ciencia-. Incontables usos tendrán
los instrumentos "Bose" para las futuras generaciones.
Los hombres de ciencia rara vez
reciben la recompensa de sus contemporáneos; les basta poseer el gozo del
servicio creador”.
El Profesor Chandra Bose durante
su vida recibió numerosas distinciones, cual el de la Royal Society británica
que lo convirtió en el primer miembro nativo de la India y sus trabajos fueron
premiados por las más altas instituciones.
Y aunque sea realidad o un mito la
existencia de espíritus elementales de la vegetación, lo positivo de la
hipótesis es crear en los hombres una mentalidad holística de la vida
aceptándola como un Todo interrelacionado en armonía cósmica perfecta.
Lo que sucede en nosotros
encuentra activa resonancia en el planeta. Amar la Creación en todas sus
manifestaciones y al medio ambiente se hace apremiante en estos tiempos
holocaústicos.
“No concibo propósito más alto que
el de enseñar cómo tomar de la naturaleza aquella serenidad y justicia y
consuelo y fe de que está rebosante, y cómo sacar de nosotros mismos, por el
ímpetu de un alma evangélica, y por la frecuentes reuniones de una amistad
cultivada, la capacidad que tenemos, para la consecución de la felicidad, de
reconocer y de confiar en la armonía de nuestra naturaleza y en esa constante
relación de la naturaleza y el hombre, cuyo conocimiento da a la vida un nuevo
sabor y priva a la tristeza de buena parte de su veneno y su amargura”.
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